sábado, 14 de octubre de 2017

PAN DE MOLDE CON HARINA DE ESPELTA, AVENA, SÉSAMO Y CHIA




Receta número 150 en el blog. Sé que no son muchas, pero sigo avanzando y eso es lo importante. Además, mi objetivo cuando comencé a escribir mis recetas era, principalmente, ese: escribirlas. Porque mi familia me lo había pedido, y porque a mí me ilusionaba compartirlas. El objetivo con mi familia se va cumpliendo, y si de paso a alguien más le gustan mis recetas, doble satisfacción.

Desde que comencé a preparar pan de molde en casa, no he dejado de hacerlo porque está infinitamente más bueno que el comercial y, además, evitamos conservantes y demás productos que no deseamos. 

Esta receta toma como base la de este pan, que publiqué hace ya casi tres años, a la que he añadido el plus de la espelta, la avena y las semillas de sésamo y chia, sustituyendo la mantequilla por aceite de oliva virgen. El resultado, un pan más sano sin sacrificar para nada el sabor. Todo lo contrario, está más bueno.

Ingredientes:

- 300 gramos de harina de fuerza.
- 200 gramos de harina integral de espelta.
- Dos cucharadas de copos de avena.
- Una cucharada de semillas de sésamo tostadas.
- Una cucharada de semillas de chía.
- 300 mililitros de leche.
- 12 gramos de levadura fresca.
- 50 gramos de aceite de oliva virgen extra.
- Una cucharadita de sal.
- Una cucharadita de azúcar.

Necesitamos:

- Un molde, a ser posible desmontable.
- Un peso.
- Una bandeja de horno grande, que aguante el calor del suelo del horno.
- Una amasadora, aunque no es imprescindible.

Preparación:

Medimos la leche, que debe estar a temperatura ambiente, e introducimos en ella la levadura fresca para que se diluya.

Ponemos en el bol de la amasadora la harina de fuerza, la harina de espelta, los copos de avena, el sésamo, la chía, la sal y el azúcar, y mezclamos. Añadimos el aceite, y la leche con la levadura, y removemos para integrar ligeramente los ingredientes. Amasamos conforme a las instrucciones de nuestra amasadora hasta obtener una masa elástica (en mi caso, diez minutos). Si durante el proceso la masa está demasiado dura, podemos añadir leche. 

Si amasamos a mano, hay que poner los ingredientes en un bol, en el mismo orden y mezclar con las manos. Seguidamente volcamos sobre una superficie enharinada y amasamos hasta obtener una masa elástica. Igualmente, si necesita más leche la añadimos.

Colocamos la masa en un bol enharinado, lo colocamos en un rincón de la cocina sin corrientes de aire, lo tapamos con un paño, y dejamos que leve hasta que doble su tamaño. El tiempo de levado depende de la temperatura ambiente; en mi cocina tarda media hora en verano, y una hora en invierno, aproximadamente.

Cuando la masa haya doblado el tamaño, pincelamos el molde con aceite. Sacamos la masa del bol, la colocamos sobre una superficie enharinada y la aplanamos con la mano, intentando formar un cuadrado más o menos del tamaño de nuestro molde, y lo enrollamos sobre sí mismo. Metemos la masa en el molde, aplastándolo con las manos para que quede uniforme e igualado de altura, y dejamos levar hasta que sobresalga un par de centímetros del molde.

Hay que precalentar el horno antes de que el pan esté listo para hornear, a 200º. Cuándo el horno esté caliente, llenamos una bandeja grande con agua a la mitad, y la colocamos sobre el suelo del horno. Introducimos el molde con el pan levado sobre una rejilla, en el horno, a media altura o una medida por debajo de la mitad. 

Horneamos durante diez minutos. Mientras tanto, preparamos un trozo de papel de aluminio y lo doblamos en forma de bandeja invertida, un poco más grande que el molde. Transcurridos los diez minutos, colocamos el papel de aluminio doblado sobre el pan. Así evitaremos que se queme la corteza. Seguimos horneando durante quince minutos más, y lo sacamos del horno.

En cuanto el molde se pueda manipular sin quemarnos, desmoldamos el pan y lo colocamos sobre una rejilla para que se enfríe sin humedecerse.

Y listo. No se puede argumentar la falta de tiempo como motivo para no hornear este pan, porque la mayor parte del tiempo se dedica al levado de la masa, es decir, que podemos ocuparlo en otros asuntos, o descansar.

Aquí tienes consejos que te facilitarán la elaboración del pan. 

Sabemos lo que comemos: la espelta.

La espelta (Triticum Spelta), también conocida como trigo salvaje o trigo verde, se cultivaba hace 7.000 años en China y Egipto. Se considera que es la variedad de trigo a partir de la cual surgieron las demás; por tanto, es un cereal que ha sufrido muy pocas variaciones, conservando así todas sus propiedades.
  
Nutricionalmente, posee bajo contenido en gluten, es rica en fibra, minerales (sodio, potasio, calcio, fósforo, azufre, hierro, zinc, silicio y magnesio), y tiene más vitaminas que el trigo común (vitaminas B1, B2, B3, vitamina E, y betacarotenos).

La harina de espelta que utilizo habitualmente es Pasta de espelta de la Sierra de Albarracín, elaborada con este cereal cultivado en Bronchales (Siera de Albarracín, Teruel), a 1.500 metros de altitud. Yo la compro directamente en esta población, porque suelo frecuentar la zona, aunque la última vez me informaron que atienden pedidos en el e-mail Espeltasierradealbarracion@gmail.com. Es buenísima, 100% harina de espelta, así que si pasáis cerca de este bonito pueblo, no dudéis en comprarla.
 
Os pongo una foto de las tres variedades que he probado, todas estupendas con muy buen resultado, en paquetes de 400 gramos. También elaboran y comercializan pasta de espelta, producto del que os hablaré próximamente.




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