martes, 2 de enero de 2018

SETAS SHIMEJI CON LECHUGA BRASEADA Y SALSA DE SOJA


Comenzamos el año con una recta fácil, rápida y buenísima, con el protagonismo de las setas shimeji. Me encantan estas setas porque son pequeñas y preciosas, y, al saltearlas quedan crujientes y riquísimas. La lechuga braseada la acompaña perfectamente y la salsa de soja completa este sabroso plato.

Aprovecho para desearos salud y paz en 2018, en compañía de vuestros seres queridos. 

Ingredientes:

- Una cajita de setas shimeji.
- Un diente de ajo.
- Una lechuga romana.
- Salsa de soja.
- Aceite de oliva virgen.
- Sal.

Preparación:

Comenzamos con la lechuga: eliminamos las hojas pochas, la cortamos en trozos grandes, lavamos con agua abundante, la centrifugamos hasta que quede seca, y reservamos.

Seguimos con las setas: las separamos, las limpiamos con un trapo húmedo, y reservamos (estas setas crecen en un entorno limpio, y no suelen estar sucias).

Calentamos la salsa de soja en un cazo hasta que reduzca y espese. La cantidad, a nuestro gusto, yo he puesto cuatro cucharadas. Reservamos

Pelamos y picamos muy fino el diente de ajo, preparamos dos sartenes con un hilo de aceite de oliva virgen, y añadimos en una de ellas la lechuga, que salteamos hasta que reduzca el volumen y retiramos. En la otra sartén doramos el ajo e incorporamos las setas, freímos hasta que estén doraditas y retiramos. Sazonamos la lechuga y las setas ligeramente porque la salsa de soja ya aporta sal.

Y tenemos el plato listo: la lechuga en el fondo, y sobre ella las setas regadas con la salsa de soja. 

Sabemos lo que comemos: setas shimeji.


Con este nombre se designa a un grupo de setas comestibles originarias de Asia Oriental, cultivadas también en otros países. De entre todas ellas, destacan las Buna shimeji, de color marrón, y las Bunapi Shimeji, de color blanco. El motivo de la diferencia de color es que la blanca se cultiva protegida de la luz. Crecen agrupadas en ramilletes, con sombrero pequeño y redondo y tallo largo y fino. Se pueden consumir crudas o cocinadas, aunque si las tomamos crudas su sabor resulta un poco amargo; por ese motivo se recomienda cocinarlas. Cuando las compres, recuerda que deben estar tersas y sin partes deterioradas, que hay que conservarlas en el frigorífico y que son perecederas. Antes de cocinarlas, hay que separarlas y limpiarlas con un paño húmedo. Son estupendas para acompañar carnes, pescado, pasta, verdura, y para cocinar salsas, croquetas o empanadillas, entre otras preparaciones.


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